13 de abril de 2008

UNA IGLESIA FIEL



Por: Pbro. Raúl Rojas Meneses*

INTRODUCCIÓN

En Hechos 2:1–4, 41–47 se nos presenta la formación de la Iglesia y como ésta se conducía y crecía. De acuerdo al texto leído, se nos indica que desde un comienzo los miembros de la iglesia
“perseveraban en la doctrina de los apóstoles”, y “el Señor añadía cada día los que habían de ser salvos”.
La Iglesia la podemos definir como universal e invisible, que consiste de todo el número completo de escogidos, que han sido, son y serán reunidos en uno, bajo Cristo como su cabeza; y es la esposa, el cuerpo, la plenitud de Aquel que lo llena todo en todo.

La Iglesia tiene una tarea divina, dada por Dios, relacionada con la verdad:

- Debe preservar la Palabra de Dios. Esto es mantener y defender la verdad en contra de todas las fuerzas de la incredulidad y el error (Tito 1:9–11 y Judas 3).

- Debe administrar la verdad. Esto consiste en la predicación de la Palabra de Dios en el mundo, para la conversión de los pecadores (Marcos 16:15; Romanos 10:13-15), y la predicación al pueblo de Dios para la edificación espiritual (2 Timotep 3:16-17; Hebreos 5:11 al 6:3).

En 1ª de Pedro 2:9 se nos presenta a la Iglesia en una relación con Dios y con el mundo: llamada a ser una nación santa, apartada para la adoración de su Señor, y por otro lado llamada a convivir con el mundo,
“para anunciar las virtudes de aquel que nos sacó de las tinieblas a su luz admirable”. Esta misma idea la encontramos en la oración de Jesús en Juan 17: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo” (versículos 15 y 16).

Gracias al Señor que la piedra principal de la Iglesia es él mismo, y nosotros piedras vivas que se edifican sobre el fundamento. Por lo tanto él es “quien edifica a su Iglesia”, pues si fuera por nosotros ésta ya habría desaparecido.

La historia de la Iglesia está llena de evidencias de fracaso humano, corrupción mundana, infidelidad, desviación doctrinal, indulgencia y debilidad. No obstante, el Señor es quien sigue construyendo la Iglesia. Hasta en los tiempos más asoladores, siempre “ha quedado un remanente escogido por gracia (Romanos 11:5).

En esta oportunidad quisiera referirme a ciertos peligros o amenazas que son riesgo para el cumplimiento de la misión dada por el Señor. Y finalmente establecer la absoluta relación entre la Iglesia, como organización, y sus miembros.

I) PELIGROS QUE LA IGLESIA DEBE EVITAR:

1. Iglesias que descuidan la adoración.

La Iglesia no siempre se destaca por la profunda realidad de su culto de adoración. Parecería que existe poco sentido de la grandeza y la gloria del todopoderoso Dios. No se refleja una inclinación ante él, sobrecogidos y maravillados por su magnificencia y misericordia. Se nota una lejanía abismante con las palabras del salmista
“Oh Jehová, Señor nuestro, ¡Cuán grande es tu nombre en toda la tierra, que has puesto tu gloria sobre los cielos!” (Salmo 8:1).

En estas iglesias, el culto de adoración muchas veces no es más que ritual sin realidad, forma sin poder, entretenimiento sin temor, irreverentes, religión sin Dios.
“Este pueblo con los labios me honra, mas su corazón lejos está de mí”
(Marcos 7:6).

“Este pueblo de labios me honra; mas su
corazón está lejos de mí” (Mateo 15:8).
Una iglesia que adora al Señor debe tener una lectura y predicación de su Palabra tan fieles, que por medio de ellas se oiga su voz viva, dirigiéndose a su pueblo. La administración de la Cena del Señor debe ser tan reverente y expectante, que la presencia del Señor Jesucristo entre su pueblo y alrededor de la mesa, sea una realidad innegable. Y finalmente el ofrecimiento de la alabanza y oración tan sincero que el pueblo de Dios diga con Jacob: “Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía” (Génesis 28:16) y los incrédulos presentes caigan de rodillas y adoren a Dios exclamando: “...Verdaderamente Dios está en vosotros” (1ª Corintios 14:25).

2. Iglesias preocupadas sólo por el crecimiento numérico y económico, y no por la salvación de las almas y edificación espiritual del pueblo de Dios.

En la actualidad existen muchas iglesias seducidas por el movimiento de “Iglecrecimiento”. Este movimiento establece las leyes del mercado para dirigir una iglesia, “se le da al consumidor lo que él quiere comprar y no lo que realmente necesita, de acuerdo a la Palabra del Señor”. Las iglesias permiten que los dramas, la música mundana, la recreación, el entretenimiento, los programas de autosuperación, etc, opaquen la adoración tradicional; se ve a la predicación, y en particular a la expositiva, como un vestigio anacrónico, pasado de moda y completamente ineficiente.

Declarar con sencillez la verdad de la Palabra del Señor se considera ofensivo y por completo improductivo. Se aconseja amenizar primero a la gente, dándoles psicología popular y sugerencias para el éxito, y así estos entrarán a las congregaciones y de esta forma serán más receptivos. Una iglesia que sacrifica la predicación de las verdades bíblicas, por mantener a las personas entretenidas y cómodas, solo está atendiendo a su
“comezón de oir” (2 Timoteo 4:3 y 4).

El Iglecrecimiento es un movimiento antibíblico, claramente impulsado por el “Pragmatismo”, el cual establece el valor o significado de algo por las consecuencias prácticas de éste. Es relativista y subjetivista y por lo tanto no lo podemos aceptar.


Actualmente muchas iglesias están envueltas en el
Iglecrecimiento por el afán de crecer númericamente.
Tozer describió el peligro que el pragmatismo representa para la iglesia: “La filosofía pragmática… no hace preguntas embarazosas acerca de la sabiduría de lo que estamos haciendo o siquiera de su moralidad. Acepta nuestros fines elegidos como correctos y buenos, y parte en busca de medios y procedimientos eficientes para alcanzarlos. Tan pronto descubre algo que funciona busca un texto para justificarlo, “consagra” el método al Señor y avanza sin reservas. A continuación se escribe un artículo acerca del método en alguna revista, luego un libro y por último se otorga a su inventor un grado honorífico. Después de esto cualquier duda sobre la autoridad bíblica de las cosas o tan siquiera su validez moral es rechazada por completo. No se puede discutir con el éxito. El método funciona, luego tiene que ser bueno”.

Lo más peligroso de este movimiento: es que le da mayor énfasis a las técnicas, estrategias o metodologías que a la doctrina o verdad Bíblica. Y no nos engañemos, pues en estos últimos tiempos se están levantando muchas voces de indulgencia doctrinal. Recordemos que entre doctrina falsa y mundanalidad, existe una relación muy estrecha e incorporar elementos mundanos a la labor santa de la iglesia, más temprano que tarde, traerá consecuencias muy amargas.

Pablo nos dice:
“Porque no me avergüenzo del evangelio: porque es potencia de Dios para salud a todo aquel que cree...” (Romanos 1:16).

¿Cuál es el consejo del Señor, por medio de Pablo a Timoteo, en la dirección de una iglesia?:

* Ser fiel en su predicación de la verdad Bíblica.

* Tener denuedo en la exposición y refutación del error.

* Ser un ejemplo de piedad.

* Ser diligente y trabajar duro en el ministerio.

* Estar dispuesto a sufrir aflicción y persecución en su servicio al Señor.

Una iglesia puede se innovadora y creativa en la presentación del evangelio, pero debemos tener mucho cuidado con armonizar nuestros métodos con la profunda verdad espiritual que estamos tratando de trasmitir. No se puede tratar con trivialidad el mensaje sagrado y recordemos que es el mensaje, y no el medio, el corazón de la predicación.

3. Iglesias poco cuidadosas de la sana doctrina.

Una de las tácticas más sutiles de Satanás es la de apartar a los creyentes de la sana doctrina. Falsas doctrinas en sus diversas formas han plagado a la Iglesia desde sus comienzos (Gálatas 1:6 y 7).

Durante los últimos 200 años, el liberalismo teológico y el escepticismo han socavado a la Iglesia y hecho que muchas personas abandonen doctrinas fundamentales, tales como la deidad de Cristo, la inspiración y autoridad de la Biblia, la salvación por fe, la resurrección histórica de Cristo, etc. Actualmente la Iglesia Evangélica se encuentra debilitada por las influencias del subjetivismo, pragmatismo, psicoterapia y hasta un equivocado sentido de la tolerancia y de ecumenismo que pretende diluir y restar importancia a la doctrina.


Los evangélicos por desconocimiento doctrinal está siendo
seducidos por el Ecumenismo para unirse con los católicos.
Muchas iglesias consideran que la defensa de la fe no es parte de su responsabilidad. En su afán de evangelización descuidan el adoctrinamiento, en las verdades Bíblicas, del pueblo de Dios. Ignoran por completo los repetidos consejos del Señor a causa de mantener la sana doctrina.
“Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros de la común salud, me ha sido necesario escribiros amonestándoos que contendáis eficazmente por la fe que ha sido una vez dada á los santos” Judas 3.

“Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas de vanas cosas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia” 1 Timoteo 6:20.
“Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello; pues haciendo esto, á ti mismo salvarás y á los que te oyeren” 1 Timoteo 4:16.

Estas iglesias poco a poco van quedando sin los fundamentos firmes, que entregan las verdades doctrinales, y lamentablemente son influenciadas por cualquier corriente ideológica naciente.

¡DIOS NOS LIBRE DE CAER EN ESTOS PELIGROS!

II) UNA IGLESIA FIEL, REQUIERE DE CREYENTES FIELES E ÍNTEGROS

1. Una iglesia que adora, requiere cristianos adoradores de Dios.

Jesús dijo:
“Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que adoren”. (Juan 4:23). Cristianos que aprecien a cada momento la grandeza, poder y misericordia del Señor y esto sea expresado en un espíritu de “temor a Dios” (Respeto reverente), en la alabanza, oración y en cada acción.

“Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos
delante de Jehová nuestro Hacedor” (Salmos 95:6).
Este temor nace de la conciencia de nuestra propia bajeza y limitaciones, contrastada con la santidad e infinidad de Dios. Sin lugar a duda que este contraste es que quiere reflejar el Señor, por medio de Isaías, al pronunciar lo siguiente: “El cielo es mi solio, y la tierra estrado de mis pies: ¿dónde está la casa que me habréis de edificar, y dónde este lugar de mi reposo? Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová: mas á aquél miraré que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla á mi palabra”. (Isaías 66:1 y 2).

¿Cuánto de este temor de Dios se necesita en nuestras iglesias?, y ¿Cuánto de este respeto profundo y reverente necesitamos muchas veces nosotros?

2. Una Iglesia fiel a la sana doctrina, requiere miembros con integridad doctrinal.

Creyentes dispuestos a:

a. Preservar la sana doctrina.

¿Cómo preservar la verdad? (Se debe creer la palabra – memorizarla – meditarla – estudiarla – obedecerla).

b. Proclamar la verdad Bíblica.

La esencia de nuestra predicación es el Señor Jesucristo.

c. Vivir la verdad del Señor.

No existe una dicotomía entre doctrina y vida, ambas están estrechamente relacionadas. (Tito 2:11 y 14).


Los cristianos fieles debemos
escudriñar las Sagradas Escrituras.
La verdad del Señor, debe ser el referente para todas las acciones y actitudes de los hijos del Dios. ¿Cómo defenderemos la omnisciencia y omnipresencia del Señor, si ante las dificultades de este mundo nos sentimos desamparados? ¿Qué valor tiene la soberanía de Dios, si no apreciamos su mano en todas las cosas y como niños confiamos en El?, ¿Tiene valor, en nuestra vida cotidiana, la resurrección histórica de Cristo?

Un verdadero evangélico fundamentalista debe conocer la verdad bíblica y vivir en la verdad. No es posible defender aquello que no se conoce y menos aquello que no se vive. (Santiago 1:22).

3. Una iglesia santa, requiere de cristianos santos.

Una vez que hemos sido perdonados en Cristo, debemos andar en novedad de vida (Romanos 6:4).

En Efesios 4:17-24, Pablo nos invita a dejar la pasada manera de vivir y a vestir al nuevo hombre criado conforme a Dios en justicia y santidad de verdad.

La santidad no es una opción, es el deber de cada hijo del Señor. Es una orden basada en la santidad misma de Santo Dios:
“Sed santos porque yo soy santo”.

4. Una iglesia que cumple su misión, requiere de cristianos que sean la sal de la tierra y la luz del mundo (Mateo 5:13-15).

La sal es figura del cristiano que por su forma de vivir detiene el avance del pecado en el mundo, y la luz refleja claridad, alegría, vida: lo que cada cristiano debe mostrar a un mundo lleno de angustia, desesperación y en una profunda oscuridad.


El cristiano tiene el deber
de ser sal y luz de este mundo.
¡QUIERA EL SEÑOR QUE NUESTRAS IGLESIAS ESTÉN LLENAS DE ESTOS CRISTIANOS!

CONCLUSIÓN

¿Cómo podemos evitar los peligros mencionados? Y ¿Cómo desarrollar, en nuestras iglesias, este tipo de cristianos?

En la segunda carta a Timoteo, Capítulo 4, Pablo nos indica lo siguiente:

“Requiero yo pues delante de Dios, y del Señor Jesucristo, que ha de juzgar a los vivos y los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina; antes, teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído, y se volverán a las fábulas. Pero tú vela en todo, soporta las aflicciones, haz la obra de evangelista, cumple tu ministerio”.

Y finalmente recordemos que Jesús y sólo él, es quien edifica su Iglesia.

¡Que el Señor nos bendiga!


* El Presbítero Raúl Rojas Meneses es Anciano Gobernante de la Iglesia Presbiteriana Nacional Fundamentalista "Smirna" de Santiago, Chile.

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