Por: Leonardo de Chirico*
La luna de miel es ese tiempo especial cuando dos recién casados viven su relación sentimental formalizada, o sea, un tiempo romántico y encantador. Durante este tiempo, cada miembro de la pareja únicamente percibe y realza los mejores rasgos del amado, pero no ve los defectos.
Las lunas de miel, por lo general, duran un corto período de tiempo al que le siguen unas apreciaciones más realistas y críticas con el otro.
Es interesante observar es lo que ocurre en la vida pública. En nuestra cultura de famosos, las lunas de miel con figuras globales acostumbran a ser frecuentes y apasionadas. Una vez que una persona es elegida para un cargo importante, la opinión pública tiende a empezar un “affaire” con la nueva y poderosa figura, seleccionando y alabando todos sus méritos y pasando por alto el resto de aspectos menos positivos, al menos al principio.
Esto es lo que está sucediendo con el Papa Francisco después de su elección al papado. Está produciéndose una luna de miel global. Entre las múltiples facetas de la misma (p. e., en círculos católicos internos o en círculos ecuménicos), hay dos puntos de vista primordiales que son dignos de consideración.
LA LUNA DE MIEL SECULAR
Los comentarios de la prensa internacional han sido muy generosos, por no decir entusiastas, hasta ahora.
La imagen de Francisco se percibió como “real”, “con los pies en el suelo”, “personal”, “humilde”; algo muy diferente con la regia arrogancia de los papas más tradicionales.
Sus referencias al cuidado del medio ambiente, la pobreza y la ternura fueron sumamente alabadas y entendidas como muy políticamente correctas. Su insistencia en “la misericordia” se comprendió como una puerta abierta a los diferentes estilos de vida sexuales y a las elecciones morales, alejándose de una actitud crítica por parte de la iglesia. Su disposición a mezclarse entre la gente y su comportamiento relajado por lo que al protocolo se refiere, se consideraron como pruebas de su deseo de identificarse con las personas normales y de vida corriente.
La prensa internacional decidió evitar y considerar irrelevante la relación del Cardenal Bergoglio con el pasado político argentino. No se efectuó ninguna investigación adicional concerniente a los “oscuros” años de los regímenes totalitarios y al papel de la Iglesia Católica en la América Latina.
Su fuerte postura contra los matrimonios homosexuales en su país se olvidó. Sus posiciones más bien conservadoras en los temas morales, sencillamente se pasaron por alto.
A diferencia de su predecesor, que era un teólogo público con varios libros editados, el Papa Bergoglio no tiene ningún récord de ser un “maitre-à-penser” católico.
Las personas que conocen a todo su “staff” dicen que el Papa Francisco está en la misma página que Benedicto XVI en lo que se refiere a defender la tradicional posición de la Iglesia Católica en estas áreas. A pesar de todo, la prensa secular se enamoró de Francisco.
¿Por qué?
Puede que exista una explicación sociológica a este problema. En este tiempo marcado por una crisis social, una ruptura cultural y una incertidumbre económica, la gente está ansiosa por encontrar a alguien que le inspire confianza y le infunda esperanza.
Alguien que sea poderoso pero que, no obstante, dé la impresión que está en el mismo barco que nosotros. Una figura paternal positiva que pueda hablar palabras sencillas de amor y repartir caricias psicológicas.
Alguien que pueda identificarse con la gente, enviando el mensaje de “Yo estoy con vosotros”, luchando con los mismos retos y ayudando a todos a superarlos. Un “mesías” seglar que proclama un “evangelio suave” de compasión y capacidad de recuperación.
En sus primeros días como Papa, el Papa Francisco ha cumplido con las expectativas; al mundo laico le disgusta enormemente “la” Iglesia pero ama al papa célebre. ¿Qué va a pasar cuando empiece a pronunciar las “duras” palabras de la Iglesia Católica? La ironía de todo esto es que el cínico, suspicaz y desencantado mundo moderno fue re-encantado por un hombre que usa el nombre de un santo profundamente religioso, medieval y primitivo.
LA LUNA DE MIEL EVANGÉLICA
Los comentarios procedentes del mundo evangélico también estuvieron marcados por la actitud de luna de miel. Las declaraciones oficiales y las redes sociales emitieron reacciones entusiásticas tras su elección. “Hombre de Dios”, “amigo de Jesús”, “hombre de oración” … fueron algunos de los comentarios más comunes.
Francisco también fue aclamado como el nuevo héroe nacional o incluso continental del que sentirse orgulloso, el nuevo Diego Armando Maradona (de mi generación) u otro Lionel Messi, es decir, un hombre que personifica las expectativas de una nación entera, alguien con quien el pueblo evangélico también desea identificarse.
Con el debido respeto, la idea de un hombre de Dios cristocéntrico orando a María y a los santos, inclinándose ante un icono y encomendándose él mismo y su auditorio al cuidado de María, es difícil de aceptar desde un punto de vista evangélico.
Y esto fue exactamente lo que el Papa Francisco hizo el primer día de su papado. Nadie niega la profunda espiritualidad de Francisco ni su piadosa devoción. El problema radica en el discernimiento evangélico que tiende a seleccionar unos pocos aspectos aparentemente positivos y olvida los negativos. El resultado es una imagen truncada en el mejor de los casos y una evaluación falsa en el peor de ellos.
El movimiento evangélico global no tiene celebridades que puedan compararse con las provenientes del mundo de la música, del deporte y de la política. El Papa Francisco aparentemente llena este vacío. A diferencia de su cerebral predecesor, sabe como hablar al corazón; sabe como abrazar a la gente.
Los comentarios evangélicos están en gran parte basados en anteriores relaciones personales con el antiguo Cardenal Bergoglio. Una vez más, nadie duda ni por un momento, de la integridad y de la cordialidad del papa, pero al hombre nunca puede separársele de su papel y su lealtad a su misión jesuita, la cual ahora también es papal.
La orden jesuita fue fundada en 1534 por Ignacio de Loyola y en su turbulenta historia siempre han estado comprometidos como “soldados” del Papa con el fin de luchar contra la herejía (protestante) y promover la misión católica en el mundo.
Francisco es el primer jesuita que llega a ser Papa y el tiempo dirá hasta que punto su papado será jesuítico, especialmente en América Latina donde la frontera evangélico-católica se está desplazando. ¿Será capaz el Papa Jesuita de detener la expansión evangélica? ¿Conseguirá llevar de vuelta a sus fieles al redil católico? ¿Podrá embelesar a los evangélicos con sus modales sin cambiar los puntos doctrinales que están en controversia? ¿Continuará siendo la doctrina bíblica un tema para los evangélicos cuando tratan con la Iglesia Católico Romana al más alto nivel?
Cualquiera que sea consciente de la historia debería considerar cuidadosamente estas cuestiones. Seguramente el Espíritu es capaz de obrar milagros incluso en las instituciones tradicionales, pero la Biblia nos advierte que no nos olvidemos de la historia. Las relaciones personales son importantes, pero el discernimiento bíblico es superior. Exige conciencia teológica, atención histórica y vigilancia espiritual.
La luna de miel con el Papa Francisco continúa. Sin embargo, el talante de la opinión pública puede cambiar de repente cuando la misión completa del Papa sea expuesta y visible de forma completa.
Lo que parecía ser un matrimonio prometedor puede convertirse en un doloroso divorcio.
En cuanto a los cristianos que están experimentando la luna de miel, será conveniente que no olviden la advertencia de Jesús de no dejar el “primer amor” (Apocalipsis 2:4) y que ésta sea un recordatorio constante de la necesidad de amar y seguir a Cristo y sólo a Cristo.
* Leonardo de Chirico es un teólogo evangélico italiano que es una de las mayores autoridades en Catolicismo Romano en la actualidad. Es vicepresidente de la Alianza Evangélica Italiana (AEI). Leonardo de Chirico (1967) inició y pastoreó una iglesia Bautista Reformada en Ferrara (en el norte de Italia) entre 1997 y 2007. Ahora está liderando un proyecto de implantación y desarrollo de nuevas iglesias en Roma. Además de su formación académica, como italiano, el autor conoce de primera mano lo que es y representa el catolicismo-romano, su influencia en los diferentes ámbitos sociales y políticos y también su trato y consideración hacia otras minorías religiosas, como la evangélica, en un país en el que es no sólo la creencia mayoritaria, sino que es centro del Catolicismo con sede en el Estado Vaticano.
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